Tras la muerte de Roberto Gómez Bolaños, el profesor Juan Carlos More, máster en Guión y Desarrollo Audiovisual, explica algunos aspectos del trabajo de "Chespirito".
Por Cristhian Rojas. 03 diciembre, 2014.Todos conocen la anécdota del origen del apodo de “Chespirito”, como un devenir de “Shakespeare” -pero en tamaño “chiquito”-, en alusión a la maestría que tenía Roberto Gómez Bolaños en su faceta de escritor de historias. Incluso, hay quienes lo han calificado como un Chaplin latinoamericano, por la universalidad en los personajes de ambos (y en Youtube están los homenajes que el mexicano hizo al creador de Charlot). Pero, ¿en qué radica la genialidad de sus programas que, tras décadas desde su primera emisión, siguen al aire en varios países?
Juan Carlos More, director del área de Comunicación Audiovisual de la Facultad de Comunicación, analiza los mundos de ficción creados por “Chespirito” y explica por qué niños, jóvenes y adultos aún se emocionan al escuchar esa voz en off que anuncia el inicio de “el programa número 1 de la televisión humorística“.
En el programa “Chespirito” existen elementos repetitivos. Por ejemplo, se sabe que don Ramón terminará pagando por los errores inocentes de “El Chavo”; que el Chapulín Colorado se acobardará ante la más mínima señal de peligro; y que los actos delictivos del Chómpiras terminarán frustrados. Los gags (elementos visuales que producen humor) son también similares: golpes, caídas, coscorrones y hasta el lloriqueo tan típico de Quico o de la Chilindrina. Y, a pesar de ello, el espectador sigue enganchado a la TV. Esto sucedió durante 25 años, desde 1970, cuando se convirtió en un programa semanal, hasta 1995, cuando se grabó por última vez, y ha continuado de esta manera hasta hoy con cada retransmisión. Pero, ¿por qué?
“La genialidad de su trabajo está en la construcción del universo que crea”, explica Juan Carlos More, máster en Guión y Desarrollo Audiovisual por la Universidad de los Andes (Chile), quien también rescata la riqueza de sus personajes y la diversidad de emociones humanas que en ellos se reflejan. A propósito de la muerte de Gómez Bolaños, explica que la mayoría de fanáticos que lloran su partida no lo hacen por haberlo conocido personalmente sino por lo que conocieron de él a través de sus personajes. “Estos (personajes) no pudieron haber salido de algo distinto de su querer. En ese sentido, no podrías no quererlo (a Chespirito)”, añade el docente.
“Es increíble cómo durante más de dos décadas estos actores, que ya eran maduros cuando empezaron con “Chespirito”, pudieron hacernos vivir esa fantasía de ellos interpretando papeles de niños”, continúa. Y es que, cuando el mexicano empezó con esta aventura, tenía ya 41 años; Quico, 26; y “la Chilindrina”, 20. Sin embargo, el background de los personajes era riquísimo y los espectadores se familiarizaron con ellos a medida que los conocían más. Esto a pesar de lo burdo del maquillaje (la falsedad de las pequitas de “El Chavo” era más que evidente) y de elementos del vestuario (los ruleros de doña Florinda o los dientes de Ñoño). “Son como las máscaras del teatro. Tú las asumías al verlos”, explica.
La torta de jamón y la pelota cuadrada
Acorde a More, para entender cómo los personajes de la vecindad agradaron por tanto tiempo, se debe saber qué era lo que estos buscaban: “Siempre el objeto de deseo en la historia central o en las sub historias de los personajes te lleva a un punto en el que se puede obtener, pero no se logra”. Es por ello que, aunque el público quiera que “El Chavo” sea feliz y coma su torta de jamón u obtenga ropa nueva, eso nunca sucede, porque se saldría del universo creado.
“Eso apela a nuestras mejoras fibras. Te pones frente a una situación, una historia y un personaje del que es imposible no conmoverte. Quieres con todo el corazón que encuentre el bienestar en su hogar, frente a la abundancia que tiene Quico (en sus juguetes)”, añade Juan Carlos More, quien también es claro al afirmar que lograr una vez esta hazaña de cautivar al espectador no es fácil, y menos hacerlo durante 25 años.
Asimismo, cuando “Chespirito” se salía del molde y enfrentaba a sus personajes a experiencias insólitas, despertaba aún más el interés del público. Es así como las ocasiones cuando “El Chavo”, Quico y “la Chilindrina” entraron a la casa de la bruja del 71 (y el famoso “otro gato”) o cuando don Ramón reemplazó al maestro Jirafales se convirtieron en episodios memorables.
Vivir la historia
Un punto importante que resalta el profesor de la Facultad de Comunicación es que, al ver una buena historia audiovisual, el espectador no es un mero testigo de esta sino que la vive. Y eso lo conseguía “Chespirito”. “Tú también te has conmovido al ver a un niño decir algo inocente o queriendo tener un padre, como cuando a Quico se le escapaba un “papi” en presencia del maestro Jirafales”, ejemplifica.
Lo mismo sucedía con “la Chilindrina”, para quien su padre, quien no tenía trabajo y adeudaba la renta acumulada de seis meses, seguía siendo un héroe, a pesar de todo. “Observamos, entonces, los buenos resultados de la compasión y del compartir, y vemos también lo negativo del egoísmo y la discriminación. Entonces uno lo ve sin querer, pero aprende de ello”, comenta el docente.
Un héroe como ninguno
¿Quién quiere a un héroe más ágil que una tortuga y más fuerte que un ratón? Probablemente nadie. Aún así, cuando la dama en apuros exclamaba “¡Oh! Y ahora, ¿quién podrá ayudarme?”, el Chapulín Colorado siempre estaba ahí, realizando una entrada accidentada y llegando al rescate. “La riqueza del Chapulín es que él no es infalible; en realidad, tiene múltiples falencias” dice More respecto al de la “CH” en el pecho, quien, además de no tener una super fuerza, es poco agraciado y ha elegido a un grillo (un chapulín), un insecto, para identificarse.
“Comienzas a enumerar cosas que, cuando eras niño y jugabas a ser súper héroe, también te pasaban a ti. Pero, después de todo, tiene un corazón tan grande que, a pesar de sus desatinos, lucha por defender al desprotegido, a la doncella en aprietos,”, señala el docente de Comunicación Audiovisual. “No es alguien que detiene un tren de un golpe sino el que te levanta el ánimo cuando se te cae el helado. Y eso también es ser un héroe”, agrega.
Más “Chespirito”
Pero así como el Chapulín Colorado, hay otros personajes creados por Gómez Bolaños que destacan por lo enrevesado de sus historias. Está, por ejemplo, el doctor Chapatín, que siempre cargaba una bolsita papel en la que, según informaron varios medios, el mismo “Chespirito” reveló que estaban sus rencores, envidias y defectos, para que no se le escapasen y así no ofender a nadie. Además, estaba el Chómpiras, de “Los Caquitos”, que, a pesar de estar revestido con un concepto negativo (el haber sido ladrón), llega a parecer tierno debido a su torpeza.
Asimismo, Juan Carlos More comenta sobre otros personajes de “Chespirito”, que fueron extraídos de la literatura clásica universal y la versatilidad de sus actores para interpretarlos: “Tenía un cuerpo de actores que eran máquinas engrasadas, pulidas y listas para transformarse en lo que él quisiera”. Al respecto, recuerda el episodio de don Juan Tenorio, en el que los diálogos se desarrollaban en rima. “Es uno de los capítulos más geniales que he visto en la TV, porque con elementos muy sencillos logra convertir en poesía algo que podría ser de escritura burda”, señala.
Para More, finalmente, no se trata de la destreza de Gómez Bolaños al redactar sus guiones, no es la caligrafía. “Lo genial es la sensibilidad de esta persona para absorber el universo y ponerlo en forma”, puntualiza.